Negociación con posición de productividad

 Anualmente, los trabajadores emprenden la lucha por el incremento salarial luego de una gestión continua de trabajo y como parte de un derecho laboral adquirido. Desde luego, ellos esperan que un incremento porcentual en sus salarios permita cubrir los efectos no deseados de la inflación y un margen de ahorro suficiente para guardar debajo del colchón.

 Sin embargo, en los hechos, la determinación de la subida salarial se inserta en una rara combinación de ojímetro político pues, responde más a posibles réditos que un gobierno de turno pretende acumular en medio de consignas de desmontaje de la explotación de los asalariados, asignando unilateralmente notables incrementos que, al final del día o del año, no cuentan con un asidero técnico responsable.

 La evidencia de los últimos años muestra la inexistencia de negociación salarial y el desdeño de utilización de parámetros técnicos para la determinación del incremento. Inclusive, subidas hasta dos o tres veces superiores al nivel inflacionario son otorgadas sin mediar discusiones técnicas o al menos examinar la realidad de las empresas. En síntesis, se desdeña por completo el tripartismo[1] y no se menciona cálculos que fundamenten el incremento o, al menos, consideraciones acerca de la productividad de los factores y la inflación esperada.

La pregunta subyacente de este articulo es: ¿Por qué no se considera a la productividad como un elemento fundamental en el momento de entablar una negociación salarial? 

Primero, siendo enfáticos, porque no existe negociación salarial ni debate o discusión sobre el tema y, segundo, simplemente porque no se desea tomar en cuenta una medida de eficiencia que las empresas o las industrias utilizan para producir los bienes y servicios. En otras palabras, si bien se conoce que la productividad es el valor del producto por unidad de insumo, hay una vaga idea acerca del valor o porcentaje promedio que alcanza cada año. Las estadísticas oficiales no revelan exhaustivamente la productividad de los factores, especialmente del factor trabajo, pese a su importancia en la gestión pública relacionada con la política laboral y el desarrollo de las empresas.


A nivel empresa, la situación no parece ser muy diferente. Aunque si bien existe una negociación salarial interna entre los sindicatos y los directivos de las empresas, se privilegia mucho más la “rentabilidad” de la empresa que las mediciones de la productividad. Según Hausmann (2014) los resultados de las negociaciones serían muy diferentes si el enfoque de la relación fuese la productividad en lugar de la rentabilidad. En consecuencia, los empleadores y sus organizaciones debieran abandonar progresivamente la visión de corto plazo vinculada con la rentabilidad de la empresa y dedicar sus esfuerzos a posicionar la productividad. Esto, desde luego, puede provocar

un stress en las entidades empresariales que siguen “a pie juntillas” el mandato de sus miembros muy preocupados de la “rentabilidad”. 

Por lo tanto, a nivel de la empresa, posicionar la productividad en el centro de la agenda de los gremios requiere de una ardua tarea de mediano plazo, pues las empresas, como menciona Hausmann, concentran mucho sus decisiones en temas impositivos, de costos, salarios, aguinaldos y una queja constante del incremento de los precios de los insumos, sean estos nacionales e importados. No se advierte, por ejemplo, en el entorno empresarial, que se hable, o que se emitan quejas de que la productividad laboral está disminuyendo o aumentando. En consecuencia, la productividad tiene una notable ausencia en tanto en el gobierno y mucho más en las peticiones de los trabajadores.

Las recomendaciones más relevantes para subsanar aquello podrían ser las siguientes:

Urge posicionar nuevamente la productividad de manera que esté inscrita en la agenda nacional y también en la agenda de las organizaciones y de las empresas. No es un tema nuevo. Por el contrario, es bastante recurrente a través de los años porque hace mucho a la competitividad país y por ende a la competitividad de las empresas quienes son, en definitiva, independientemente de su tamaño, el motor del desarrollo.

Una segunda recomendación es que se debe empezar con una medición correcta de la productividad. La oficina nacional de estadísticas (INE) debe calcular el desempeño de esta variable a nivel de empresa, sector y también en el marco de las cuentas nacionales. Por ejemplo, no existen indicadores de innovación, indicadores de educación, eficiencia, infraestructura que ayuden en una negociación.

Una tercera recomendación se inscribe que los gremios u organizaciones empresariales deben mejorar sus destrezas y habilidades en la calidad de la discusión o negociación con el gobierno en función de la productividad y no de la rentabilidad o los indicadores de variación de precios. Los sindicatos, por su parte, también deben incrementar sus destrezas para comprender y utilizar el funcionamiento de la productividad para sus fines y no necesariamente negociar con el indicador de inflación o esperar la resolución por via de la dádiva gubernamental.

Finalmente, hay que trabajar con el gobierno y los sindicatos los factores relevantes del entorno de negocios que favorecen a la productividad. Aquellos temas de mediano plazo como las habilidades y calidad educativa, la transición para salir de la informalidad, el emprendimiento e innovación, la infraestructura para la producción, la política anticorrupción deber ser prioritarios en la agenda de trabajo y deben estar en discusión permanente. Esto no resulta fácil en sociedades donde no se acostumbra, por ejemplo, la negociación salarial o se da por hecho la fijación de nuevos salarios sin examinar las condiciones estructurales que hacen a la productividad. Sin embargo, es necesario volver a andar el camino avanzado y es labor de las organizaciones posicionar el tema de la productividad.

 Recordando a Krugman: “la productividad no lo es todo, pero a la larga, es casi todo” 


Autor: Gonzalo Vidaurre


Nota: Las ideas y opiniones expresadas en este documento son las de los autores y no reflejan necesariamente la posición oficial de la Escuela de la Producción y de la Competitividad (ePC).


[1] El tripartismo dentro de las actividades de la OIT releva la importancia de la cooperación entre gobiernos y organizaciones de empleadores y trabajadores para fomentar el progreso social y económico. Ver: https://www.ilo.org/global/topics/dw4sd/themes/s-dialogue-tripartism/lang--es/index.htm

Referencias:

 Hausmann Ricardo. La productividad de la confianza. Project Syndicate, 23 de diciembre de 2014.

 Loayza, N. (2016) La productividad como clave del crecimiento y el desarrollo en el Perú y el mundo. Revista de Estudios Económicos 31. Banco Central de Reserva del Perú.

 OIT (2020). Guía global de productividad. Capítulo 1, Oficina de Actividades para los Empleadores (ACT / EMP), Organización Internacional del Trabajo.

 OIT (2020) Impulsado la Productividad – Una Guía para Organizaciones Empresariales.

Lima: OIT / Oficina Regional para América Latina y el Caribe, Oficina de Actividades para los Empleadores (ACT/EMP), 2020. 122 pp.


 

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