Inovación y Riesgo: Dos Caras De La Misma Moneda
Ser fanáticos
de la innovación está de moda. Es además un concepto que cruza todas las
actividades económicas, por ello tiene sentido vender innovación como fuente de
desarrollo económico. Creo que ya todos entienden que cuando hablamos de
innovación nos referimos a nuevas ideas con posibilidades comerciales. Algo que
también todos saben o intuyen es que la innovación puede ser de diferentes
grados: desde nula y baja, hasta media y alta, y últimamente estamos fascinados
con las más extremas, las innovaciones disruptivas. El siguiente gráfico ayuda
a ver a la innovación cruzando con otras variables, por ejemplo, cuán conocido
o desconocido es el nuevo producto o servicio. En un extremo, cuando la
innovación es nula, es porque el producto o servicio es totalmente conocido
tanto en su proceso productivo como en su comercialización. Cuando la
innovación es baja o media, es porque el producto contiene algún valor
adicional o diferenciación creciente frente a los competidores más cercanos. En
cambio, cuando la innovación es alta, el producto o servicio contiene una
propuesta de valor muy significativa tal que pocos en el mercado tienen algo
parecido, es decir, el producto ya llega a ser bastante desconocido para gran
parte de los productores mismos y muy novedoso para la mayor parte de los
consumidores.
Lo anterior resulta ser bastante obvio y hasta aburrido hasta que
empezamos a cruzar con otras variables. Por ejemplo, cuando la innovación es
baja o nula es predecible que el grado de competencia en el mercado es mayor;
todos están produciendo lo mismo y llevándose muy pequeñas ganancias netas y cuantas
más personas entran al negocio, más se destruyen las ganancias. A este
escenario se lo podría calificar de competencia destructiva o por lo menos de
competencia alta. A mayor grado de innovación, por ejemplo media o alta, menor es
la competencia en el mercado y mejores posibilidades de llevarse ganancias
netas cada vez mayores. Si la innovación es disruptiva, básicamente no hay
competencia a la vista, excepto entre los desarrolladores de nuevas tecnologías.
La pregunta es, porqué la mayor parte de los emprendedores que producen
países como el nuestro se ubican en el circulo de baja o nula innovación
produciendo bienes o servicios conocidos. La respuesta es el riesgo. Y de la
misma manera, a medida que nos movemos hacia mayores grados de innovación
también estaremos experimentando mayor grado de riesgo, precisamente porque el
producto o servicio es cada vez más desconocido y el productor no sabe si
realmente podrá vender su producto. En el caso del emprendedor por
subsistencia, que siempre reproduce algo totalmente conocido (innovación nula),
lo hace porque le conviene vender algo que sabe que se vende, es seguro, el
riesgo es casi nulo. Le conviene porque al final del día debe llevar dinero a
la casa. El problema es que el dinero que lleva a casa es muy poco porque el
mercado es altamente competitivo, quedando atrapado porque no puede arriesgar.
Los que pueden arriesgar más, con innovaciones medias e inclusive altas, deben
estar dispuestos a perder y a seguir experimentando hasta encontrar el producto
más adaptado a clientes que estén dispuestos a pagar por el mismo, lo que
probablemente resultará en un mercado relativamente más pequeño, pero más
rentable. De esta manera el que logra arriesgar más también ganará más. Esto
último no ocurre inmediatamente, es un proceso dinámico en el cual se tuvo que
perder muchas veces antes de empezar a ganar. Algo que el emprendedor por
subsistencia no puede hacer.
El caso de la innovación disruptiva es simplemente el otro extremo. La
innovación puede ser tan extrema que inclusive cambiará a la sociedad entera
(electricidad comercial a finales de los 1800, Internet comercial a finales de
los 1900 y carros eléctricos autónomos en el presente). Sabemos que los cambios
radicales en lo productivo y sus consecuencias sociales serán destructivas de
lo que existía anteriormente o “creación destructiva” como lo dijo Schumpeter a
principios del siglo pasado. Pero justamente debido a esto último es que su
introducción es altamente arriesgada para quienes la estén empujando, porque en
un principio la idea es percibida como simplemente loca.
Lección: No se puede hablar de innovación sin hablar de riesgo. Promover
innovación en nuestros productores requiere en primer lugar enseñar a
administrar el riesgo. Usted lector queda invitado a añadir otras variables o
dimensiones al análisis.
Nota: Las ideas y opiniones expresadas en este documento son las de los autores y no reflejan necesariamente la posición oficial de la Escuela de la Producción y de la Competitividad (ePC).
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